sábado, 28 de noviembre de 2015

EXAMEN DE CONCIENCIA: UN MEDIO PARA EL PROGRESO ESPIRITUAL



Examen de conciencia: Un medio para el progreso espiritual

Examen de conciencia: Un medio para el progreso espiritual



Es bueno, de vez en cuando, detenerse y repasar la propia vida delante de Dios. Este texto puede ser una ayuda para hacerlo, utilizándolo todo o una parte. Y también puede ser útil para el examen de conciencia en el sacramento de la Reconciliación.



Fuente: http://webcatolicodejavier.org / http://www.archimadrid.es 








¿Qué es el examen de conciencia?

Uno de los mejores instrumentos que tenemos para progresar en la vida espiritual es el examen de conciencia. Se trata de un medio que se suele deformar, convirtiéndolo con frecuencia en una especie de examen moral y jurídico, que nos puede llevar fácilmente al desánimo en vez de impulsarnos al progreso espiritual; por lo cual lo abandonamos con facilidad.

Dicho esto, hemos de afirmar que el examen es algo muy distinto: es una forma de orar, de entrar en contacto con Dios. La única manera de hacer un examen de conciencia verdadero es que sea un verdadero momento de oración. Así voy aprendiendo de Dios a recibir el conocimiento que él quiere darme de mí mismo. Aprendo a encontrar en él a Jesucristo dentro de lo más hondo de mi ser, en ese «dentro» de donde sale todo lo que mancha al hombre (cf. Mc 7,21).

Es el momento en el que la persona, tras haber estado atareada todo el día, vuelve en sí y se pone la mano en el corazón. Haya obrado el bien o el mal, considera ambas cosas exclusivamente en relación a Dios. Se trata de decirle a Dios: «Te ofrezco el mal que haya hecho, Señor, a fin de que sea para ti ocasión de manifestar tu amor y tu poder. Y te ofrezco también el bien que haya podido hacer, porque reconozco en él tu obra». Todo cuanto descubro en mí de odio, de amargura, de pereza, de sensualidad... lo reconozco y lo asumo, pero no para desanimarme (porque sé perfectamente que no conseguiré liberarme de ello por mí mismo), sino para exponerlo a la acción de la gracia de Dios.

El verdadero examen de conciencia nos ayuda a mantener en nuestra vida cotidiana la visión fundamental de la fe que nos descubre la verdad profunda de quién es Dios, quién soy yo y cuál es mi relación con Dios.

Como modo de orar deberíamos comenzar el examen reconociendo y agradeciendo la obra de Dios; porque sólo así podré descubrir mis errores o mis defectos. Y este descubrimiento se convertirá en una ocasión de contar con la misericordia de Jesucristo, que es la salvación de Dios para mis pecados y para los del mundo entero, como nos dice san Juan: «Si alguno peca, tenemos un abogado, Jesucristo el Justo. El ha muerto por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino por los del mundo entero» (1Jn 2,1-2).

Así, el examen de conciencia nos ayuda a mantener el esfuerzo espiritual impidiéndonos caer en la mediocridad o en la monotonía; teniendo en cuenta que en la vida espiritual el que no avanza retrocede. Sería un error concebir ese esfuerzo como la autocomplacencia o el repliegue en uno mismo. El verdadero esfuerzo espiritual consiste en salir de sí para apegarse a Dios. El esfuerzo consistirá en aceptar las necesarias purificaciones que la vida y sus dificultades imponen a nuestro corazón aún vacilante e indeciso. No tratemos entonces de eludir las dificultades, porque a través de ellas vamos llegando progresivamente a amar a Dios y al otro por sí mismos. El examen de conciencia nos ayuda precisamente a reconocer esas dificultades interiores y exteriores y a ponerlas en relación con Dios.

Junto a Cristo y con la luz de su amor puedo mirar mi vida para reconocer todo lo bueno que ha depositado en mí y todo aquello que desdice el amor y del plan de Dios, para que él lo tome sobre sí y me transforme. Por eso el examen de conciencia tiene que hacerse en clima de paz y debe llevar a la alegría del encuentro entre amigos.

Sólo es obligado confesar los pecados graves, o «mortales», que son los que tienen como objeto una materia grave y se cometen con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Sin embargo, para una más profunda y progresiva conversión, será bueno examinar, arrepentirse y confesar también los pecados veniales.

Las siguientes pistas pueden ayudar a realizar mejor el examen. No es necesario repasarlas siempre todas. Poco a poco iremos descubriendo aquellos aspectos más significativos en los que nos vemos reflejados habitualmente.

1. Respecto a Dios y a la vida de fe.

- ¿Tengo presente a Dios en mi vida? ¿Quiero que todo lo que soy y hago se dirija a Dios? ¿Pongo en él la confianza fundamental de mi vida, o la pongo en otras cosas?
- ¿Tengo momentos de oración, de diálogo confiado con Dios?
- ¿Participo en la oración de la Iglesia especialmente en la Eucaristía de los domingos?
- ¿Mi vida es un verdadero testimonio del Evangelio, de modo que los demás, al verme, se sientan atraídos a la fe? ¿Me he mostrado cristiano en mi vida privada y pública?
- ¿Me preocupo por mi formación cristiana, escuchando y leyendo la Palabra de Dios, y participando en las catequesis y otros encuentros de reflexión?
- ¿Sostengo económicamente las. necesidades de la Iglesia?

2. En la relación con los demás

- ¿Tengo claro que ser cristiano implica no desentenderse de los demás? ¿Tengo verdadero amor a los demás, o me sirvo de ellos para mis intereses? ¿0 quizá hago a los demás lo que no quisiera que me hicieran a mí?
- ¿Sé escuchar a los demás, descubrir la parte de verdad que tienen? ¿Sé dialogar, comprender, aceptar las opiniones y pareceres de los demás? ¿Hago todo lo que puedo para superar las disensiones y situaciones de tirantez?
- ¿He violado la vida, la integridad física, o los bienes de los demás? ¿Les he producido algún daño? ¿He tenido odio a alguien?
- Si conduzco un coche u otro vehículo, ¿lo hago como es debido? Si me he encontrado con algún accidente, ¿he prestado mi ayuda cuando era necesario?
- ¿He robado o he deseado injusta y desordenadamente los bienes de los demás o les he producido perjuicios? Si ha sido así, ¿he procurado restituir y reparar los daños que he causado?
- ¿He engañado o estafado en los negocios?
- Si he sido injuriado, he procurado la paz y he estado dispuesto a perdonar, o bien conservo odio y deseo de venganza?
- ¿He respetado al marido o la mujer de los demás? ¿Soy consciente de que el sexo no es un simple instrumento de placer, sino que está destinado al amor?
- ¿He mantenido la verdad y la fidelidad, o bien he dañado a los demás con falsedades, calumnias, juicios temerarios o la violación de algún secreto? ¿Me gusta murmurar y criticar? ¿He propagado rumores que creaban mal ambiente y desánimo? ¿He difundido insinuaciones maliciosas, medias palabras o juicios que contribuyan a dar mala fama y a dañar a otros? Cuando alguien ha sido acusado o criticado injustamente, ¿me he desentendido del tema en lugar de defenderlo y testificar a su favor?
- ¿He sentido envidia de las cualidades de los demás? ¿He intentado desacreditar a alguien por envidia?
- ¿Respeto los derechos de los demás en las cosas pequeñas de cada día, por ejemplo en las colas de las tiendas o los autobuses, no queriendo pasar cuando no me toca? ¿Procuro no molestar a los demás poniendo por ejemplo la televisión o la radio demasiado alta, o no siendo puntual y haciendo esperar, o hablando o haciendo ruido en los lugares en los que hay que estar en silencio?
- ¿Procuro hacer la vida más fácil y agradable a los demás?
- ¿Soy amable?

3. En la vida de familia

- En la relación entre los esposos: ¿Me esfuerzo para que crezca el amor entre los dos? ¿hay cariño, diálogo entre ambos, y responsabilidad compartida, o bien me preocupo sólo de mis cosas y me creo en el derecho de imponer siempre mis criterios? ¿mantengo firmemente la fidelidad matrimonial? En la relación sexual, ¿me preocupo de bienestar del otro, o pienso sólo en mí?
- En la relación de los padres para con los hijos: ¿Les dedico tiempo? ¿les doy un buen testimonio de vida humana y cristiana? ¿soy dialogante? ¿procuro enseñarles a escoger con libertad y- responsabilidad su camino? ¿Les enseño a compartir lo que tienen, tanto con los demás miembros de la familia, como con los compañeros, como con los pobres?

- En la relación de los hijos para con los padres: ¿Me preocupo de los problemas de la familia, o me desentiendo de ellos? ¿busco el diálogo con mis padres, o más bien paso de ellos, o estoy permanentemente agresivo? ¿quiero a mis padres?
- A los ancianos de la familia, ¿les doy cariño y atención?
- En la relación entre todos los miembros de la familia, ¿colaboro para que el clima familiar sea lo más positivo posible, de modo que todos podamos encontrarnos bien en casa?
- En mi familia, ¿vivimos sólo preocupados por los intereses familiares (los mejores colegios para los hijos, un buen coche, etc.), o bien somos conscientes de que debemos dedicar parte de lo que tenemos a ayudar a los que tienen menos, y que para ello hay que rebajar el propio nivel de vida?

4. En el uso del dinero

- ¿Vivo pendiente del dinero? ¿Pienso constantemente en cómo tener más dinero? ¿Pienso que hay que espabilarse para tener más dinero, y dejarse de escrúpulos y preocupaciones morales?
- ¿Tengo claro que la propiedad y el dinero no tienen un valor absoluto, que no son sólo míos, sino que implican unos deberes sociales?
- ¿Comparto mis bienes con los que tienen menos que yo? ¿Qué parte de mi dinero dedico a la solidaridad con los necesitados, de aquí y de los países pobres? Si tengo familiares o amigos que están en mala situación económica, ¿cómo les ayudo?

5. En las relaciones laborales

- Si soy empresario o tengo cargos directivos, ¿me preocupo de que los salarios de los trabajadores sean dignos? ¿hago lo que puedo para que los efectos de las crisis económicas no recaigan sobre los que tienen menos? ¿hago mi trabajo lo mejor que puedo?
- Si soy trabajador, ¿cumplo con mi trabajo con eficacia y dedicación? ¿soy solidario con los demás trabajadores, especialmente con los que están en peor situación que yo, o me desentiendo de los problemas colectivos? ¿procuro actuar con inteligencia y honestidad en las reivindicaciones y los conflictos?

6. En la vida social

- ¿Me preocupo por el bien y la prosperidad de la comunidad de la que formo parte, o bien llevo una vida centrada en mí mismo? ¿Pienso que el progreso en la justicia, en la igualdad, en la superación de las diferencias económicas y sociales, forma parte del mensaje cristiano?
- ¿Me indigno ante las injusticias, o me dejan indiferente? ¿Defiendo a los oprimidos? ¿Ayudo a los que lo pasan mal? ¿Colaboro para una convivencia mejor para todos? ¿O bien me desentiendo (o incluso desprecio) a los débiles, los inmigrantes, los enfermos, los ancianos?
- ¿Participo según mis posibilidades en la promoción de una vida más digna para todos? ¿Conozco las distintas iniciativas en este sentido, como por ejemplo la acción de Cáritas, de los grupos de ayuda fraterna, de los grupos al servicio del Tercer Mundo, de las entidades políticas y sociales?
- ¿Participo en las actividades ciudadanas que ayudan a una mejor convivencia?
- ¿Pago mis impuestos? ¿Cumplo con deberes cívicos?
- ¿Procuro que se conserven y que no se estropeen los bienes que son de uso público?
- ¿Me preocupo por la protección de la naturaleza y del medio ambiente? Cuando salgo a lugares de mar o de montaña, ¿procuro que quede limpio allí donde he estado, y evito crear peligros de incendio o degradación?


7. Respecto a las actitudes personales

- ¿Me amo a mí mismo como Dios me ama? ¿Me acepto, con mis limitaciones y debilidades, como Dios me acepta?
- ¿Me esfuerzo por corregir mis malas inclinaciones, como son el abuso en comer y beber?
- ¿Llevo una vida sexual desordenada?
- ¿Dejo por pereza de realizar lo que debería?
- ¿Reacciono a menudo con ira? ¿Soy amigo de provocar conflictos y riñas? ¿Soy protestón? ¿Lo encuentro siempre todo mal?
- ¿Afronto con entereza las dificultades de la vida?
- ¿Hago rendir las posibilidades que tengo y que Dios me ha dado?

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